Destruction of Jerusalem by Ercole de' RobertiDios no es un juez duro y vengativo, esperando castigarnos por nuestros pecados. Él está listo para perdonar, “Pero tú que eres Dios perdonador, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, no los abandonaste” (Nehemías 9:17). Él dice: “…No tengo placer en la muerte de los impíos; pero que los malvados se aparten de su camino y vivan: vuélvanse, vuélvanse de sus malos caminos; porque ¿por qué moriréis?” (Ezequiel 33:11). Sus pensamientos hacia nosotros son “pensamientos de paz, y no de maldad, para darte un final esperado” (Jeremías 29:11).

Es cierto que las Escrituras hablan de la ira de Dios. Sin embargo, la ira de Dios no es como la nuestra. Es dolor, tristeza. Porque cuando Jesús sano al hombre con la mano seca en el día de reposo y fue acusado de ser infiel al día sábado, ¿cuál fue su sentir? Él “Entonces mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones” (Marcos 3:5). Cuando las copas de la ira de Dios sean derramadas y las siete últimas plagas aflijan a este mundo, el templo en el cielo estará “llenó con el humo de la gloria de Dios, y de su poder” y ningún hombre podrá entrar en él hasta que las plagas hayan cesado (Apocalipsis 15:8). Esta escena es un recordativo de la dedicación del templo de Salomón, “Y no podían los sacerdotes continuar ministrando, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” (2° Crónicas 5:14).

Moisés le pidió a Dios que le mostrara esta misma gloria, y el Señor lo escondió en la hendidura de la roca y pasó junto a él y proclamó el nombre del Señor. “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: Jehová, Jehová, Dios misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en benignidad y verdad; Que guarda la misericordia en millares, que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo dará por inocente al culpable; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera, y cuarta generación” (Éxodo 34:6-7). Eso muestra que Su nombre es su gloria, porque es su mismo carácter.

Cuando el templo en el cielo se llene de humo durante el tiempo de las plagas, será un tiempo en que lo profundo del carácter de Dios será revelado a la humanidad. En los juicios, se revela el dolor del corazón de Dios, ya que “Él no aflige voluntariamente” (Lamentaciones 3:33). Recuerda las palabras de Jesús mientras contemplaba la hermosa ciudad de Jerusalén desde arriba del Monte de los Olivos: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).

En Salmos 9:16, encontramos algo muy profundo:

“Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus manos fué enlazado el malo”.

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). El malvado, “pozo ha cavado, y lo ha ahondado; y el hoyo que hizo ahí mismo caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, Y su agravio descenderá sobre su mollera (Salmos 7:15,16). En la ejecución del juicio, Dios simplemente da un paso atrás y deja que aquellos que rechazaron Su misericordia recojan las consecuencias de sus acciones.

En el Conflicto de los Siglos, Elena White escribe esta cita muy clara:

“Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron sus propias manos. Todo rayo de luz que se desprecia, toda admonición que se desoye y rechaza, toda pasión malsana que se abriga, toda transgresión de la ley de Dios, son semillas que darán infaliblemente su cosecha. Cuando se le resiste tenazmente, el Espíritu de Dios concluye por apartarse del pecador, y este queda sin fuerza para dominar las malas pasiones de su alma y sin protección alguna contra la malicia y perfidia de Satanás”. (Conflicto de los Siglos, página 34).

Para Dios es muy doloroso ver como el malvado muere. Ya que él (el malvado) es una vida que Dios pago un precio infinito por medio del sacrificio de Su Hijo Unigénito. Dios los ama con “amor eterno” (Jeremías 31:3). Y esta es la razón por la cual el templo de Dios se llena con humo, para esconder el dolor terrible y profundo que siente nuestro amado Padre celestial.

“Sí, el Señor se levantará como en el monte Perasín, se moverá como en el valle de Gabaón; para llevar a cabo su extraña obra, para realizar su insólita tarea” (Isaías 28:21).

“Para nuestro Dios misericordioso, el acto del castigo es un acto extraño… Aunque no se deleita en la venganza, ejecutará su juicio contra los transgresores de su ley. Se ve forzado a ello, para salvar a los habitantes de la tierra de la depravación y la ruina total. Para salvar a algunos, debe eliminar a los que se han empedernido en el pecado”. (Patriarcas y Profetas, página 613).

Dios no se complace en ejecutar el juicio. Pero Él, en cierto sentido, se queda sin opción y Él debe hacer lo que hay que hacer. En la mayoría de los casos, Dios dará un paso atrás y dejará que la naturaleza siga su curso: los individuos cosecharán las consecuencias de sus propias decisiones. Satanás tendrá control total sobre ellos para hacer con ellos lo que le plazca, ya que él es quien se deleita en la muerte de los malvados. Lamentablemente, debido a que se han resistido constantemente al amoroso cuidado de Dios, Él ya no puede protegerlos de la malicia de Satanás. ¿Recuerdas las serpientes que atacaron a los israelitas en el desierto? Las serpientes siempre habían estado allí, pero Dios había protegido siempre a los israelitas de ellas. Pero cuando el pueblo no quiso más de Dios, Él retiró Su protección, y las serpientes salvajes corrieron por medio de todo el campamento. No tenemos idea de cuánto nos está protegiendo Dios todos los días. No podemos darnos el lujo de atrevernos a vivir sin Su protección por ningún momento.

Pero también llega un momento en que Dios mismo debe intervenir para ejecutar el juicio. Y esta es una gran fuente de perplejidad para muchos, porque Dios ha dicho: “No matarás”. ¿Es Dios un hipócrita? El ángel de Dios voló sobre Egipto, matando a todos los primogénitos; Su ángel ejecutó el juicio sobre Israel por los pecados de David; y el ángel del Señor golpeó a 185.000 asirios cuando se acercaron a luchar contra el rey Ezequías. Son juicios como estos donde Dios parece contradecir Sus propios mandamientos, y deja a muchos perplejos en cuanto a Su verdadero carácter. Pero examinemos un pequeño número de citas del libro, Patriarcas y profetas y veamos si podemos encontrar una respuesta a este aparente problema.

Cuando los israelitas bailaron alrededor del becerro de oro, Dios ordenó la ejecución de aquellos que eran más culpables del crimen de idolatría, y que no tenían un espíritu arrepentido. ¿Por qué razón? Elena White aclara esto para nosotros:

“Aunque al perdonar la vida a Israel, Dios había concedido lo pedido por Moisés, su apostasía debía de castigarse señaladamente. Si la licencia e insubordinación en que Aarón les había permitido caer no se reprimían rápidamente, concluirían en una abierta impiedad y arrastrarían a la nación a una perdición irreparable. El mal debe eliminarse con inflexible severidad”. (Patriarcas y Profetas, página 294)

Si Dios no hubiera castigado a estos idólatras endurecidos por el pecado, toda la nación habría sido corrompida por ellos. Entonces, al rechazar a Dios y Sus caminos, se habrían retirado de Su protección y se habrían abandonado al control total de Satanás. En tal condición, muchos habrían perecido en el desierto por sed y hambre, mientras que los sobrevivientes restantes habrían sido asesinados o esclavizados por sus enemigos.

Pero este pecado no sólo habría traído la ruina sobre los israelitas, sino que habría endurecido a las naciones circundantes en sus propias iniquidades.

“Era necesario castigar ese pecado para atestiguar ante las naciones circunvecinas cuánto desagrada a Dios la idolatría. Al hacer justicia en los culpables, Moisés, como instrumento de Dios, debía dejar escrita una solemne y pública protesta contra el crimen cometido. Como en lo sucesivo los israelitas debían condenar la idolatría de las tribus vecinas, sus enemigos podrían acusarlos de que, teniendo como Dios a Jehová, habían hecho un becerro y lo habían adorado en Horeb. Cuando así ocurriera, aunque obligado a reconocer la verdad vergonzosa, Israel podría señalar la terrible suerte que corrieron los transgresores, como evidencia de que su pecado no había sido sancionado ni disculpado”.

“El amor, no menos que la justicia, exigía que este pecado fuera castigado. Dios es Protector y Soberano de su pueblo. Destruye a los que insisten en la rebelión, para que no lleven a otros a la ruina”. (Patriarcas y Profetas, página 295).

Aquí vemos que Dios entiende el poder del ejemplo. “Ninguno de nosotros vive para sí mismo” (Romanos 14:7). “Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre” (Proverbios 27:19). No sólo la justicia exigía la destrucción de los idólatras, sino también el amor. Amor por el resto de la nación. Amor por aquellos que aún no estaban endurecidos en el pecado y aún no habían cerrado sus corazones a las impresiones del Espíritu de Dios. Dios es misericordioso con aquellos que están pecando ignorantemente, porque “los tiempos de esta ignorancia Dios guiñó un ojo” (Hechos 17:30). Antes de que el individuo se endurezca demasiado en el pecado a través de la ignorancia, Dios quiere despertar su conciencia para que pueda entender el peligro en el que se encuentra. Al ejecutar el juicio sobre aquellos que ya habían endurecido sus corazones, le estaba dando al resto de la nación la oportunidad de ver la maldad de sus acciones, para que pudieran tomar una decisión inteligente en sus propias vidas.

Sin embargo, Dios vio una imagen más amplia. Siendo Él Omnisciente, “Yo Soy”, Él vio los efectos de esta rebelión no solo de los israelitas o de las otras naciones vecinas, sino sobre todo el mundo.

“Al perdonar la vida a Caín, Dios estaba demostrado al universo cuál sería el resultado si se permitiera que el pecado quedara impune. La influencia que, por medio de su vida y ejemplo, él ejerció sobre sus descendientes condujo a un estado de corrupción que exigió la destrucción de todo el mundo por el diluvio. La historia de los antediluvianos demuestra que una larga vida no es una bendición para el pecador; la gran paciencia de Dios no los movió a dejar la iniquidad. Cuanto más tiempo vivían los hombres, tanto más corruptos se tornaban”.

“Así también habría sucedido con la apostasía del Sinaí. Si la transgresión no se hubiera castigado con rapidez, se habrían visto nuevamente los mismos resultados. La tierra se habría corrompido tanto como en los días de Noé. Si se hubiera dejado vivir a estos transgresores, habrían provocado mayores males que los que resultaron por la vida a Caín”. (Patriarcas y Profetas, página 295)

¿No es esta una declaración muy clarificadora? A menos que Dios hubiera visitado rápidamente la transgresión en el Sinaí, el mundo entero se habría corrompido como en los días de Noé. Después de los grandes y terribles juicios visitados sobre Egipto, el mundo entero estaba buscando ver quién era este Dios que había liberado a la nación de Israel de su esclavitud. Si Él no hubiera castigado a los israelitas por su idolatría, el mundo entero se habría envalentonado en sus pecados y habría dejado de temblar ante un Dios de juicio.

“Por obra de la misericordia de Dios miles de personas sufrieron para evitar la necesidad de castigar a millones. Para salvar a muchos había que castigar a los pocos.

Además, como el pueblo había despreciado su lealtad a Dios, había perdido la protección divina, y privada de su defensa, toda la nación quedaba expuesta a los ataques de sus enemigos. Si el mal no se hubiera eliminado rápidamente, pronto habrían sucumbido todos, víctimas de sus muchos y poderosos enemigos. Fue necesario para el bien de Israel mismo y para dar una lección a las generaciones venideras, que el crimen fuera castigado de inmediato. Y no fue menos misericordioso para los pecadores mismos que se los detuviera a tiempo en su pecaminoso derrotero. Si se les hubiera perdonado la vida, el mismo espíritu que los llevó a la rebelión contra Dios se habría manifestado en forma de odio y discordia entre ellos mismos, y por fin se habrían destruido el uno al otro. Fue por amor al mundo, por amor a Israel, y aun por amor a los transgresores mismos, por lo que el crimen se castigó con rápida y terrible severidad”. (Patriarcas y Profetas, página 295)

Este es uno de los atributos menos comprendidos del carácter de Dios. A menudo olvidamos que Él ve todos los resultados futuros que vendrán como consecuencia de las decisiones que tomemos. Él entiende las consecuencias mucho mejor que nosotros. Y donde Él vea que es necesario, Él intervendrá en juicio para evitar que un individuo que ya ha tomado su decisión contra Dios y Sus caminos le robe a otro individuo la oportunidad de tomar una decisión inteligente. Este juicio será ejecutado por Dios permitiéndoles enfrentar las consecuencias de sus acciones. Muy rara vez intervendrá y ejecutará el juicio por Su propia mano.

“Porque a mis ojos fuiste de gran estima; fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida” (Isaías 43:4).

Dios ama a todos los hombres y mujeres con un amor tan igual y duradero como la eternidad. Pero ¿qué puede hacer Él cuando las personas rechazan Su amor y la vida eterna que viene al recibirlo? Su corazón está llorando: “¿Cómo puedo renunciar a ti?” (Deseado de todas las Gentes pág. 645). Aquellos que rechazan tal amor a menudo continúan en una existencia miserable y amarga, envenenando las vidas de quienes los rodean con su propia influencia, y a menudo infectándolos con la misma negatividad. Dios escucha el clamor del corazón de aquellos que anhelan por algo mejor de lo que este mundo tiene para ofrecer; de esta manera se están acercando a Él, aunque es posible que aún no sepan que es a Él a quien vienen. Dios hará lo que sea necesario para que estas personas puedan tener la oportunidad de recibirlo. Si la situación es tal que están bajo el control total de aquellos que han rechazado la gracia de Dios, Él intervendrá y “dará hombres por ti, y naciones por tu vida”. Él permitirá que aquellos cuyo tiempo de prueba se ha cerrado mueran para que otros puedan estar libres de su influencia para tomar su propia decisión.

Dios dará a todos los hombres la oportunidad de elegirlo o rechazarlo. A veces hay seres queridos que nos han sido arrebatados repentina y misteriosamente, y nos preocupamos por su vida futura. Pero debemos confiar en que el Espíritu de Dios ha estado luchando con ellos, aunque no lo sabíamos, y ellos han estado tomando sus propias decisiones. A veces Dios incluso tomará a alguien en el mismo momento en que su corazón se entregue a Él, para que no caiga preso de las artimañas de Satanás en el futuro. Pase lo que pase, debemos confiar en que Dios es juez, y que Él juzgará el alma y la recompensará con toda equidad y justicia.

Dios no tiene placer en la muerte. Es Satanás quien se deleita en eso. Pero hay momentos en que Dios tiene que hacer algo que Él no quiere hacer, y es por eso por lo que se llama un “acto extraño”, ya que Él mismo lo considera extraño. Debido a que Él nos ama tanto, hará algo que Él no quiere hacer. Él negará incluso Su propio ser, y tomará la vida de alguien quien puede ser piedra de tropiezo, para que podamos tener una mejor oportunidad para la vida eterna. Pero la vida que Él toma ya ha tomado su propia decisión. Él simplemente está recuperando lo que ya era Suyo, y que había sido rechazado. En el caso de los niños que aún no han alcanzado la edad de responsabilidad, es posible que nunca entendamos las razones de Dios para permitir que nos los quiten. Pero debemos confiar en que Él lo permitió por una buena razón, y si queremos estar seguros de que los veremos de nuevo, debemos ser fieles al elegirlo a Él y a Sus caminos.

Una cosa que nunca debemos olvidar es que todo lo que tenemos es “ahora”. El ayer se ha ido, el mañana puede que nunca llegue. Lo que tengo hoy es la culminación de todo lo que vino antes, pero ¿debo pasar el día en dolor y arrepentimiento por las consecuencias que encuentro hoy, o por las oportunidades perdidas o pondré mi mano en la de Dios y lidiaré con la situación tal como es? Recuerda que “todas las cosas obran juntas para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados según su propósito” (Romanos 8:28). Solo asegúrate de creer y recibir Su amor, entonces Él trabajará por tu salvación de la manera que estará más allá de tu comprensión, y un día entenderás el propósito de todo. Dios es amor, de eso no hay duda.

NOTA: Esté artículo no profesa contestar todas las cuestiones acerca del juicio de Dios. Hay cosas que no entenderemos aquí, sino hasta que lleguemos al cielo.